El día empezaba bien, despejado y con un buen desayuno. No tenía claro hacia donde ir, tenía que volver a Huallanca y a partir de ahí decidir. Eso sí, descarté ir hacía la selva. Supongo que me acojonó quedarme sin días si las carreteras que encontraba no eran como las pintaba el mapa. Lo bueno de volver a Huallanca era que tenía que volver a pasar el cañón del pato, pero esta vez con un sol radiante que le daba mucha más vida. Además no había nadie en la carretera, ni en mi sentido ni en el contrario. Pronto entendí el motivo, seguían trabajando en la zona del huayco y la carretera estaba cortada hasta las 10. Yo llegué a la zona un poco antes de las 9, así que busque una sombra y espere pacientemente. Aproveché para replantear la etapa. Después de Huallanca tenía que llegar a Chuquicara que estaba a unos 60 Km por pista afirmada. Ahí evaluaria mi estado y decidiría si bajar hasta la panamericana e intentar llegar a Cajamarca o bien seguir por el interior, también dirección Cajamarca y haciendo noche probablemente en Mollepata, a unos 100 Km de Chuquicara. La cola de vehículos iba creciendo detrás mío, entre ellos un autobús destino a Chimbote, no estaria tan mal la carretera si iban autobuses!
A las 10 abrieron paso, es decir, como yo era el primero de la fila, me tocó a mi mover las barreras y dar paso, momento que aprovecharon tres coches para abrir ellos carretera. Como ayer, mejor tener a alguien delante que pare los golpes en los estrechos túneles. Me lo tomé con calma, disfrutando de las cascadas y la luz del cañón, parando en casi cada curva a hacer fotos.
Una vez pasado Huallanca el paisaje cambió totalmente. Desapareció la vegetación y las montañas se tornaron negras. La pista estaba en buen estado pero era agotadora. Suelo duro, de piedras compactadas y curvas cerradas en subidas y bajadas de vértigo. Aún así poco a poco me iba sintiendo cómodo y llegué a poner quinta y rodar a 90Km/h. Dos cosas me pasaron por la cabeza: una que he de estar mucho más en forma si quería hacer muchos kilómetros por pistas así; la otra, ¿cómo van los zumbados del Dakar a más 150 por sitios así? La bajada siguiendo el rio Santa, a pesar de ser una zona árida, es digno de recorrer, cruzas puentes que dan miedo, precipicios de vértigo y asentamientos que no sabes que pintan ahí, en medio de la nada sin nada de lo que vivir.
Fue en uno de esos puentes poco estable y sobre una caída de unos 50 metros que una ráfaga de aire me hizo poner la rueda trasera fuera de la zona transitable. Seguramente entre más rápido de la cuenta. Seguramente la visión del acantilado y la falta de barrera al final del puente me atoró un poco. Sea como sea no pude mantener la estabilidad y acabe en el suelo. Esta vez dolió, pero el dolor no lo noté asustado como estaba al tener la cabeza mirando al vacío donde podía haber caído. Conseguí revolverme y afianzar mi posición y fue cuando noté que la pierna derecha se había quedado trabada debajo de la moto. Además, un potente olor a gasolina me hizo ver que había partido el depósito de gasolina y los casi 17 litros que llevaba salían a chorro de él empapando mi pantalón. Quite el contacto, activé el botón de parada de emergencia e intenté levantar un poco la moto para poder sacar la pierna. No fue fácil, la posición no me permitía hacer fuerza y cada movimiento hacia que los 300 Kg de la moto cayeran sobre otro trozo de la pierna, pero finalmente conseguí arrastrar el pie y liberarme de la moto. Momento para evaluar la situación y ver que realmente me había ido de un pelo! Levanté la moto y la aparté del medio de la carretera. Le quité las maletas y todo lo de valor y me dispuse a esperar a que pasara el bus que había visto antes de Huallanca. Sin una sombra donde cobijarme y tan previsor como siempre, sin una gota de agua (no se para que me compre el camelbag!), el bus tardó cerca de una hora en llegar. Les pedí que me acercaran a Chimbote y me dijeron que estaba loco si dejaba ahí la moto. Me propusieron cargar la moto en el maletero, podéis imaginar mi cara ante la propuesta!! Finalmente sacaron unas cuerdas y me ataron la moto a la parte trasera del autobús. Así avanzamos unos 100 metros, pero llegaba una bajada y mi freno trasero también se había partido, con lo que no me atrevía a bajar remolcado sólo con el delantero. Así que dejamos la moto a un lado y me llevaron los 9 kilómetros que me faltaban a Chuquicara. Me dejaron en el puesto de control policial y me dieron unos consejos sobre como tratar con la policía. A pesar de su negativa, les di 20 soles para la «gaseosa».
Con la policía empezamos mal. Primero me dijeron que era asunto mío, que había sido un despiste y que no podían hacer nada. Les dije que quería abrir un parte de accidentes, como me dijeron los chicos del bus, y que necesitaba de su auxilio a lo que no podían negarse. Me dijo que entonces tendría que hacer miles de papeles y pasar controles de alcoholemia y que eso no me interesaba. Le dije que no tenía ningún problema en hacerlo todo legal y que además me convenía para hacer luego trámites con la SUNAT y conseguir una prórroga de estada en el país para la moto. Finalmente llegó el cabo segundo y convenció a su superior que lo tenían que hacer todo «legal» por ser extranjero. Me acompañaron a buscar la moto con su camioneta y después de una inspección de la zona del accidente, cargamos la moto detrás. Cargarla ya fue el primer punto interesante. Sin algo que hiciera de rampa propusieron levantarla a pulso. Por más que les dije que la moto pesaría unos 250Kg y que o se cogía de la rueda o lo que haríamos sería estirar la suspensión, pillamos del manillar e intentamos levantarla sin mover la rueda del suelo y dejandonos los riñones. Descartada la opción, vimos un camino que subía al borde de la carretera. Si encarábamos la camioneta al camino, este podría hacer de rampa. Dicho y hecho! Ya estaba la moto en la parte de atrás de la camioneta, ahora el problema era la vuelta, no tenían nada para atar la moto y yo había dejado mis cinchas en las maletas en la comisaría confiado en que ellos llevarían. El segundo le dijo al esbirro que se subiera detrás, conmigo, y que entre los dos sujetáramos la moto para que no se cayera. No se como, pero llegamos a comisaría sanos y salvos y sin más destrozos en la moto. Después de prestar declaración y pasar la tarde en Chuquicara, un pueblo que parece grande en el mapa pero que son cuatro chabolas en los márgenes de la carretera, a las 18:30 partíamos hacia Chimbote a pasar el control de alcoholemia. Pero, ¿y la moto?. Bueno, ya que estaba cargada en la camioneta y me tenían que llevar a mi, colaboré (S./100) con el gasto extra de combustible que suponía dicha carga y después de consultar a sus superiores accedieron a bajarla a Chimbote junto conmigo. Fuimos al hospital de la comisaría y después de pagar los S./41.30 de tasa me hicieron el control de alcoholemia, primero en aire: soplar por una pajita a un tubo de ensayo con un ácido rojo que supongo que cambia de color en caso de dar positivo; después en sangre, me pincharon con la aguja y recogieron la sangre directamente en un botecito que después de cerrarlo se fue a un cajón del que supongo que no saldrá nunca. Con esto serian las 20:30h. Por suerte no había bebido nada más que la birra del día anterior ya que seguro que un control tan exhaustivo ocho horas después del accidente hubiese acabado conmigo entre rejas! Cumplido el trámite legal, los agentes que en todo momento se mostraron muy colaboradores, me acercaron a la terminal de autobuses y convencieron al personal del Cruz del Sur a que aceptarán la moto, a pesar de la hora, para su envío a Lima. Bajamos la moto y les di S./30 para que cenaran algo.
Enviar la moto con Cruz del Sur de Chimbote a Lima me costó S./335 y llega en aproximadamente 48h. En teoría has de llevarla totalmente embalada. Yo llevaba plástico de burbujas. Desmonté la pantalla y los retrovisores, forré las ópticas con el plástico y asumí la exención de responsabilidad que me dieron por no tenerla totalmente envuelta en cartón. Conseguí un hotel por Booking por 30$ la noche con piscina y hamacas que además resultó estar detrás de otro «hospedaje» más animado. Ducha y a lamerme las heridas a la cama. Hoy taxi a Trujillo y nuevo cambio de billete (nunca le había sacado tanto provecho a una tarifa flexible).
3 respuestas a “Ecuador y yo no nos llevamos muy bien”