Origen: Calama (8:00h) Destino: Uyuni (16:30h) Alojamiento: Hotel Inti 70 BOB
Hace una semana que me caí. La semana más larga de todo el viaje! Después de tres largos días en Calama, decidí pillar un bus e irme a Uyuni. Aún no puedo mover el brazo completamente, pero por lo menos podré recuperar a Paraguaçu y hacer algún tour por el salar.
Calama, al menos la zona centro donde me encuentro, es una ciudad feúcha de noche y no mejora mucho de día. Es la capital minera de Chile. Sus inmediaciones producen más del 20% del cobre del país, uno de los principales pilares económicos de Chile, contando a escasos 15Km con la mina abierta más grande del mundo, la de Chuquicamata. Poco tiene que ver Calama con el resto de Chile que conocía, ni con el la mitad sur ni mucho menos con el próximo y totalmente turístico San Pedro de Atacama. Calama es una ciudad andina como lo podría ser cualquiera de la sierra peruana, supongo que la fuerte inmigración de peruanos y bolivianos ayuda a esta sensación. El Centro esta lleno de cocinerias, muchas peruanas, donde comer un menú bien de precio, pero donde difícilmente encontraras la opción de tomar una cerveza, ya que no tienen permiso para expender bebidas alcohólicas. De hecho, encontrar un bar para tomarte una cerveza a media tarde es misión imposible, no porque no haya, esta lleno de «shoperías», sino porque estas «shoperías» llevan incorporado a la cerveza camareras con «vestidos» muy cortos y de generoso escote. El ambiente dentro es menos de putiferio de lo cabría imaginar, cumbia a un volumen alto pero razonable, mesas de hombres medio chispas intentando conseguir una sonrisa de las camareras y camareras embutidas en vestidos ajustados sonriendo lo justo para conseguir una buena propina. Me comenta el boliviano de la mesa de al lado y que apenas puede hablar pese a ser las cinco de la tarde que he llegado muy pronto, que me siente con él a tomar otra, que cuando cae la noche hacen bailes y la cosa se pone interesante. Amablemente rechazo la invitación, ni es lo que he venido a buscar ni me llama la atención quedarme a comprobarlo.
Lo bueno de estar tres días sin hacer nada en Calama es que he podido lavar el traje de la moto, que mareaba un poquito ya, y coser el pantalón que ya traía roto de la caída en Perú y que un perro en Valdivia se había encargado de agrandar el agujero. La de la lavandería era peruana y la costurera boliviana. También me he cortado el pelo, me tocó una peruana pero bien podía haber sido una de sus dos compañeras bolivianas. He comido rico y bien de precio en comparación con San Pedro, en cocinerías atendido por peruanas o directamente con el nombre de peruanas en el cartel. Creo que sólo he hablado con cuatro chilenos: la enfermera, el policía, el que regentaba el hotel y la chica de la farmacia. Cansado de Calama, la opción es moverme a Uyuni, donde poder empezar a mover como recuperar la moto.
De Calama a Uyuni hay un bus «directo». Son unas 9 horas de ripio con cambio de bus en la frontera con Bolivia. La ruta es hermosa, aunque no he escogido el mejor asiento para disfrutarla, ya que subes hasta las inmediaciones del volcán Ollague y luego pasas por El Valle de Rocas ya en Bolivia. Ya en Uyuni me reencuentro con Mauro y también con Pablo y Nora. Mauro sale rumbo Sucre al día siguiente y Pablo y Nora para Tupiza y de ahí a La Quiaca para llegar a Ushuaia. Si bien mi idea cuando me caí era contratar un tour de tres días que pasara por la laguna colorada y ahí bajarme y recoger a Paraguaçu y seguir, visto como tengo el brazo mi idea a cambiado a conseguir a alguna camioneta que me lleve a buscar a Paraguaçu y me devuelva a Uyuni. De Uyuni a Sucre es asfalto nuevo y mi hombro agradecerá no empezar con el duro off-road del altiplano.
De cara al turista, Uyuni tiene tres calles: la peatonal que va de la «estación» de autobuses a la estación de tren; la Ferroviaria, paralela a la vía del tren, donde se aglutinan la mayoría de agencias de viajes y Colon, donde están las casa de cambio, el mercado y algunas tiendecitas. Mi primera opción para encontrar quien me devuelva a Paraguaçu fue contactar con Motorcycle Tours Bolivia (MTB), si ellos organizan salidas en moto en todo Bolivia y tienen sucursal en Uyuni seguro que tienen una buena opción. El problema es que la sucursal de Uyuni sólo la abren cuando tienen negocio aquí y sino están normalmente en La Paz, como era el caso. Contacto con ellos por teléfono y consigo agendar para el miércoles a un buen precio. Perfecto! Voy a mirar de ir a Potosi el fin de semana y así me evito la parada luego. Pero al rato me llaman de nuevo para decirme que el precio no puede ser ese, que es un poco más, pero que podríamos ir el mismo lunes. Bueno, el precio sigue siendo razonable y el lunes mejor, ya pararé en Potosi con Paraguaçu (o no). El domingo aprovecho para mirarme algún tour al salar para el martes, ya tendré a Paraguaçu aquí y con ella el trípode y la ropa de abrigo para intentar hacer alguna foto del amanecer en el salar, pero a media mañana me llaman nuevamente para cancelar el servicio. Les ha salido un viaje a la selva y no van a poder estar en Uyuni. Me quedo sin opciones! Había preguntado ya a las agencias de turismo a ver si alguna me podría ofrecer una camioneta y lo más que había conseguido era una que me ofrecía un tour privado en el 4×4 y que llegado a la laguna colorada, desmontaría los asientos, le quitaríamos las ruedas a Paraguaçu y la volcaríamos en el maletero del 4×4 y todo esto por el doble de lo que me pedía MTB. Había preguntado a cuanta camioneta me cruzaba por la calle y nadie quería hacer el servicio. Desesperado, me acerqué a la policía, a ver si ellos contaban con camionetas y me redirigieron al sindicato de transportistas. Me acerqué, pero un domingo por la tarde sólo hacían recogidas, tenía que pasarme el lunes por la mañana. Con esa idea llegué al hotel y le comenté el problema al amable hombre que lo regenta. Me dijo que ya se lo podía haber dicho antes, que el me encontraba alguien.
El día siguiente, lunes, a las 8 de la mañana lo tenía en la puerta de mi habitación con su mecánico de confianza. Este me llevo a su taller, delante del hotel, y me presento a Francisco, Pancho para los amigos, que tenía un 4×4. Me ofreció la misma solución que la agencia, volcar los asientos y meter a Paraguaçu detrás. No lo vi claro y le pregunté si no tenía opción de conseguir un remolque, una «chata» le dicen aquí. Hizo un par de llamadas y por 350$ lo hacía; salíamos ya mismo y aseguró que nos daba para volver el mismo día. Eran 50$ que MTB, pero no sonaba mal del todo. Pillé unas salteas, una botella de agua y a las 11:30 nos poníamos rumbo a la laguna colorada. Ibamos a ir por Alota y luego cruzando las lagunas altiplánicas, pasando por el árbol de piedra hasta ahí.
Con el remolque no podía correr mucho, aún así nos plantamos en la laguna colorada en unas nada desdeñables 6 horas, con pausa en San Cristóbal a llenar combustible y almorzar y en el árbol de piedra para una meadita y la foto de rigor. Ya en la laguna fui a ver al jefe de los guarda parques, Irineo. Si le hubiera llamado me hubiera bajado la moto con la camioneta, justo lo que le pedía por email unos días antes, pero en la laguna colorada no hay internet y yo no pensé en apuntarme su teléfono, solo el email que el me ofreció. Me ayudan a cargar a Paraguaçu en el remolque, ha quedado algo torcida, pero espero llegue bien a Uyuni. Son las 18:30, queda sólo una hora de luz, se ha girado un aire helado, pero Pancho está confiado en hacer el trayecto de noche en esas condiciones y rechaza de nuevo mi idea de hacer noche ahí, así que nos ponemos de nuevo en marcha. A los 500 m algo no anda bien. Se han aflojado los tornillos del enganche, mejor hacemos noche y salimos al día siguiente prontito.
Mi segunda noche en la laguna colorada, no es un mal sitio para repetir noche. Ademas está despejado y ha dejado un cielo estrellado espectacular. El alojamiento no es tan cómodo como el de la semana pasada, pero el menú es el mismo, debe ser el estándar en la zona: sopa de verdura y espaguetis para cenar y panqueques para el desayuno. A las 6:30 estamos en pie. Mientras Pancho arregla el enganche del remolque yo enderezo a Paraguaçu. Suerte que llevaba unas eslingas de carraca en el equipaje, sino con las gomas de Pancho no sé como íbamos a sujetar a Paraguaçu por esas «carreteras». A las 7:30 nos ponemos en marcha. Decide volver por el mismo camino, es algo más largo, pero es más plano y no se fía mucho del remolque. A mi me parece bien, no tengo prisa y ayer pasamos por unas lagunas que hoy quedaran en mi lado del coche con lo que podré intentar hacerles unas fotos. Vamos despacio y vamos parando a revisar tanto el remolque como Paraguaçu. Las espinas, pese a no ser de lo mejor del mercado hacen bien su trabajo y Paraguaçu apenas se mueve. El remolque tiene más problemas y no parece diseñado para aguantar tanto peso, las ruedas tocan con el guardabarros y se están calentando. Pancho intenta hacer ver que todo esta en orden y con dos golpes de maza intenta subir los guardabarros. El resultado es que la leve soldadura de los guardabarros no aguanta y en la siguiente parada hemos perdido uno y el otro esta a punto de soltarse. Por un lado mal, tendrá que dar explicaciones al dueño del remolque ya que es alquilado, por otro lado bien, ya no rozan las ruedas y podemos circular más tranquilamente.
Después de 9 horas de canciones de carnaval boliviano estamos en Uyuni. Descargo a Parguaçu y todo el equipaje. Mañana tocará hacer revisión de daños y probar un poco el hombro. Igual es el hecho de volver a estar juntos, pero creo que no duele tanto y que en dos días podemos estar saliendo para Sucre.