Un viaje así se merece una guinda como esta! Y es que la idea era apurar al máximo mis días y aunque me haya tocado embarcar la moto unos kilómetros antes de lo previsto, Cartagena seguía siendo mi destino final y que mejor forma que pasar estos últimos días con parte de mi «familia» limeña.
La ciudad amurallada de Cartagena de Indias fue uno de los puertos principales de América. Atacada constantemente por los piratas en la época colonial, se fortificó para resistir sus envites convirtiéndose en la ciudad más fortificada del Caribe y América del Sur. Está formada por tres barrios principales: Centro, San Diego y Getsemaní. Los dos primeros son los más restaurados y seguros; el último está más descuidado y algunas calles no son tan seguras, pero los tres merecen largos paseos cuando el sol da un respiro.
Cerca de Cartagena, a una hora y media en lancha, están las Islas del Rosario: islas de diferentes tamaños, algunas con sólo una casa construida, en medio del caribe donde disfrutar de las aguas trasparentes y las playas de arena fina y coral. Nosotros nos quedamos a dormir en Isla Grande, aunque la mayoría de gente va y vuelve el mismo día. Quedarte a dormir te permite hacer la excursión nocturna a la laguna encantada, una experiencia realmente mágica! El tour empieza al anochecer y remontando los manglares en una cano al anochecer se llega hasta esta laguna donde el plancton abunda iluminando el agua; es una de las mejores experiencias de mi vida ver puntitos de luz cubriendo tu piel, tanto que no vale la pena ni intentar describirla. Eso sí, no te la puedes perder!!
No hay mucho más que hacer en la zona, pero Cartagena y sus islas bien valen una semanita!